La porotada

UNA HISTORIA PARA OLVIDAR!!!
 
Un día llegó el amor, encontré a una linda y maravillosa damita y nos enamoramos. Cuando se hizo evidente que nos casaríamos, hice el sacrificio supremo y dejé de comer porotos!!!

Algunos meses más tarde, el día de mi cumpleaños, mi coche se estropeó de camino del trabajo a casa. Como vivía a las afueras llamé a mi mujer y le dije que llegaría tarde porque tenía que ir caminando hacia casa. De camino, pasé por un pequeño restaurante y el olor de los porotos fue más fuerte que yo. Con varios kilómetros por delante para caminar, calculé que se me iría cualquier efecto negativo de los porotos antes de llegar a casa, por lo que entré y antes de que me diera cuenta, ya había tragado tres buenos platos de porotos. De camino a casa me aseguré de liberarme de TODO el gas.


Cuando llegué, mi mujer pareció emocionada de verme y gritó con gran alegría: " ¡¡Mi amoooor, te tengo una sorpresota para la cena de esta noche!!! ".


Me vendó entonces los ojos y me condujo a mi silla en la mesa. Tomé asiento y cuando estaba a punto de quitarme la venda de los ojos, el teléfono sonó. Me hizo prometer no tocar la venda hasta que ella volviera y se fué a contestar la llamada.

La porotada que había consumido todavía me afectaba y la presión se hacía más y más insoportable, tanto que mientras mi mujer estaba fuera, aproveché la oportunidad, me apoyé en una pierna y dejé escapar uno. No estuvo ruidoso, pero si olía como el camión basurero de los jueves. Tomé la servilleta de mi regazo y abaniqué el aire alrededor de mí enérgicamente.
 
Entonces, cambiando a la otra pierna, dejé escapar otros tres. ¡¡La peste era peor que la col cocinada!!!

Manteniendo mis oídos atentos a la conversación de mi mujer en la otra habitación, continué tirando unos cuantos durante otros pocos minutos. El placer era simplemente indescriptible, ahhhhhhhhh!!!. Cuando mas tarde la despedida telefónica señaló el final de mi libertad, rápidamente abaniqué el aire unas cuantas veces más con mi servilleta, la coloqué sobre mi regazo y doblé mis manos atrás sintiéndome muy aliviado y complacido conmigo mismo.
 
Mi cara debe haber sido la imagen de la inocencia cuando mi mujer volvió, pidiendo perdón por tomar tanto tiempo. Ella me preguntó si yo había echado una ojeada por debajo del vendaje de los ojos, y le aseguré que no.
 
En este punto, me quitó la venda de los ojos, y doce invitados a la cena sentados alrededor de la mesa cantaron a coro:  ¡¡¡ Cumpleaños Feliiiiiiz !!!

 
Y... me desmayé  !!!!!!!!!!!!!!

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